miércoles, 24 de abril de 2024

03:03

La televisión cada vez me encandilaba más. Había sido un día agotador y ya no tenía energías ni para fijar la vista en el aparato. Decidí apagarla antes de que a mi se me apague el cerebro, y como de costumbre, después de haber ido al pasillo de la habitación a tomar agua, mi perro Toby se subió a mi cama y se recostó a mi lado, indicando que ya era hora de dormir para él también. Cerré los ojos y ya estaba en mis sueños más profundos en unos pocos minutos. Un escozor me despabiló, con un sudor frío recorriendo mi remera, intenté rascarme la pierna para poder seguir descansando con tranquilidad. El ladrido de mi perro me sobresaltó, haciendo que me siente en la cama de golpe. Miré la hora en un reloj digital en mi mesita de luz, eran las 03:03 de la mañana. Toby, mi fiel labrador estaba a mi lado, también sentado, mirando un punto fijo en la pared casi hipnotizado. Miré y traté de descifrar lo que había, pero no era nada. La luz de la calle apenas se colaba por los agujeros de la persiana, por lo que podía ver bien esa pared blanca. Miré la televisión, casi como si algo de mirar la pared me hubiese obligado, y vi por debajo el control del codificador deslizándose solo y cayéndose al suelo, así sin más, como si una fuerza que no veía lo hubiese empujado. Sentí unas gotas caer desde mi nuca a mi espalda, y lo único en lo que podía pensar es en que mi perro no hizo efecto el ruido ya que se encontraba en ese estado de quietud desde que me desperté. Parecía una estatua. Me empezó a asustar, así que le empecé a hablar, pues sabía que no se iba a resistir a unas palabras mágicas, como a todo perro le sucede. Pero no hubo caso, Toby seguía mirando un punto fijo sin siquiera parpadear. Miré, otra vez, al mismo lugar. Gran error. Cuando quise salir de ese punto solo vi todo borroso. No podía enfocar la vista. Era como si yo mismo estuviera queriendo ver borroso, pero claramente no era yo. La desesperación empezó a correr por mi cuerpo. Quería salir, quería escapar. Quería ver, quería ser consciente. Entendí a Toby, no se podía escapar de esa visión así como así. Vi una sombra, una sombra muy clara, casi imperceptible, que me captaba como la tierra a la luna. Un rostro, con los ojos muy abiertos, tanto que solo podía ver blanco en ellos, me miraba fijamente. Su nariz era una línea, sus labios con forma de arco estaban abiertos y se movían. Pero yo no podía escuchar nada. No podía escuchar nada de lo que decía, no podía ver nada más que ese rostro desfigurado en la pared blanca de mi habitación.

Notas de lectura

Fotos
La historia oculta, o profunda, es el arte. El arte de la fotografía, de parte de Mauricio, y el arte de la escritura en el caso de Tolosa. Mientras que la primera historia muestra y describe el paso del tiempo en la relación entre dos amigos, la segunda historia se entreteje en esta mostrando como el arte es concebido por estos dos. El hecho de que la gente y su propio amigo haya menospreciado la fotografía como arte, entre otras cosas, hizo que la vida de Mauricio se pusiera en cuestión, ya que eso era lo que lo salvaba.
Hay un punto de vista interno ya que es del propio Tolosa, pues refleja sus pensamientos y sentimientos en algunos casos. El narrador es en primera persona, que describe, habiéndo también diálogo y escritos externos como las cartas o las cosas del diario.
Los elementos de la intriga yo creo que vienen al final cuando Mauricio empieza a ser como era al principio, es decir, cuando el personaje después de haber evolucionado involuciona, el no saber por qué fue. La respuesta está al final dándole forma a la historia profunda. Allí se mezcla la historia superficial, donde Mauricio se suicida, y la historia profunda, donde la fotografía está ahí para no perder de vista aquello que a él lo hacía vivir, su salida, su mirada.

La forma de la espada
La historia superficial es la narración de Borges ya que cuenta lo que sabe del inglés y cómo termina alojándose en su lugar, además de contar mediante su relato el relato del inglés sobre cómo obtuvo su característica cicatriz. Mientras ese relato se desarrolla se entreteje la historia oculta, muy bien oculta y que se devela al final, la profunda, en la que el Inglés es el traidor y no el traicionado.
Mientras que el punto de vista del primer relato o del relato que “acoge” el segundo, es un punto de vista interno, del primer narrador el cual tiene la particularidad de ser Borges, el autor del cuento. El segundo narrador parece ser que es el Inglés al principio, dando una contextualización muy detallada de quien parece ser el antagonista, dando un indicio de que si tan bien lo conocía por algo era. Al final ese punto de vista es el contrario a él, ya que el es el traidor, por lo que construye un narrador desde la primera persona de quien el traicionó.
El punto de intriga está en base a la cicatriz, o el relato que se produce para dar a conocer su origen, centrándose casi todo el cuento en ello y dando un giro sorpresa al final.

Venganza de luna llena

–¿¡Qué es eso!? –exclamó la chica de ropas negras con un grito que en realidad era casi un susurro.

–Tranquila, Caro, es solo un enano de jardín.

María no podía dejar de lamentarse de haber elegido a su miedosa amiga para emprender su venganza. Caminaban despacio entre medio del jardín de aquella casa que, notándose como la típica casa moderna de clase media alta, por dentro contenía gente que más que moderna se había quedado en la época medieval. La muchacha de veinticuatro años miraba con desprecio el lugar, sesgada por lo que le habían hecho. Carolina en cambio estaba más preocupada en no llevarse nada puesto cuando se escabulleron a los ventanales traseros que en otra cosa. Ella había accedido a acompañar a su amiga solo por una cosa: cuando le contó su idea se ofendió de que no la hubiera considerado con las personas que la podrían llegar a acompañar. Ahora entendía por qué.

María miró a sus alrededores en un intento casi inútil de ver si no había alguien que la pudiera sorprender por detrás, así como hacían en las películas. Se sentía como en una película. Más que como una delincuente se sentía como una chica valiente y corajuda que buscaba lo que le correspondía: venganza. Cuando le preguntaban por qué lo hacía solo respondía que era de escorpio, como si esa fuese la razón más pertinente de sus acciones.

A decir verdad le avergonzaba que supieran la gravedad del asunto, o le incomodaba, ya que era una jóven que siempre le buscaba lo divertido y escandaloso a las cosas. No estaba para ponerse seria. Por eso en vez de incurrir en acciones legales con su antiguo empleador, prefirió tomar las riendas ella misma.

Cuando estuvieron en frente de los ventanales, miraron por las blanquecinas cortinas, que se traslucían bastante, por si había alguien despierto en la madrugada buscando algún vaso de agua. No fue así.

–Pasame mi mochila, a ver –María abrió su mochila y sacó un cuchillo herrumbrado del fondo.

–¿No tenías un cuchillo menos oxidado por ahí?

María simplemente la ignoró y empezó a forzar uno de los costados de los ventanales. Conocía la forma porque en la casa de su tía siempre se quedaban trabadas y no quedaba otra que forzarlas. Intentó el mayor silencio que pudo. Cuando creyó que ya estaba, deslizó muy gentilmente el ventanal hacia la izquierda, dejando el espacio justo y necesario para que pasaran dentro de la casa. Luego cerró para que la corriente no las delate. Estaba bastante oscuro, pero la elección de una noche con luna llena les permitía vislumbrar lo suficiente para ver donde caminaban, y para ver la hermosa sala que tenían frente a sus ojos. Colores blancos, beiges y negros predominaban casi sin excepción. Un espejo en una de las paredes les llamó la atención, llegaba casi del techo al piso. Los sillones se veían apetecibles, y a un costado, en forma de concepto abierto, se llegaba a ver una cocina de mesadas tan brillantes que hacían rebotar la luz lunar e iluminar un poco más el espacio. No se detuvieron más a observar el lugar y María le hizo una seña a Carolina de que la siga en silencio. Un ruido las hizo pararse en seco.

–¡Un perro negro! –dijo Carolina asustada, viendo la criatura de tamaño prominente bajar por las escaleras y acercarse hacia ellas.

María tenía todo previsto, menos eso. Debía ser nuevo, Carlos nunca le había comentado que tuviera un perro. Empezó a creer que todo eso era mala idea cuando no supo cómo iba a reaccionar el peludo ante las visitas nocturnas. Inesperadamente, conforme el perro daba unos pasos lentos hacia ellas, como midiéndolas, María en un acto de valentía extendió su brazo hacia el. El perro empezó a olerla y al cabo de unos segundos movió la cola. Suspiraron aliviadas, pero ahora iban a tener una compañía inquieta siguiéndolas en la misión.

–Ya está, ya está, vamos subiendo así hacemos todo lo antes posible. –dijo María y comenzó a subir las escaleras, que si bien le había contado Carlos, la llevarían a donde necesitaba.

Carolina miró al perro con lástima, como si lamentara no poder seguir con el can. Este por suerte las miró, y decidió no seguirlas.

Arriba estaba todo mucho más oscuro. Así que, mirando que todas las habitaciones del pasillo estuvieran cerradas, sacaron sus celulares con el brillo bajo para poder iluminar sus pasos. Había cinco puertas, de las cuales una era el escritorio al que quería acceder. María se preguntó por qué carajo no pusieron el escritorio en el piso de abajo. Pero que le iba a hacer, ya estaba en el juego, así que empezó a abrir las puertas al azar a ver si acertaba, como en las adivinanzas. Carolina se mordía los labios, nerviosa, cada vez más arrepentida de estar ahí. La primera puerta, el baño. La segunda, apenas se alcanzaba a ver una cama perfectamente tendida, lo cual indicaba que era una habitación de invitados, o algo así. Finalmente, como si el destino estuviese de su lado, la tercera puerta dio con el objetivo. Tenía un pequeño pasillo, pero se alcanzaba a ver un escritorio con una notebook encima, y al costado, una biblioteca llena de libros. Carolina sintió envidia. A María mucho no le importaba quedarse a mirar, ella estaba ahí por una razón, y la verdad todo lo que tuviese que ver con aquel tipo le provocaba náuseas. Cuando se adentraron en la habitación buscó con la mirada algo que le diera algún indicio. Con Carolina en la espalda mirando tres veces por minuto hacia el pasillo, empezó a abrir los cajones del escritorio. Papeles, cartuchos, clips, abrochadoras. Nada parecía darle una pista. Y no, pensó, no me van a dejar todo servido. Suspiró perdiendo la paciencia. Miró a su alrededor y Carolina levantó sus hombros. Visualizó algo en la esquina que llamó su atención. Algo que no encajaba, completamente desfigurado de aquel estilo minimalista que caracterizaba toda la casa. Era un reloj de pie. Uno antiguo, amaderado, bien lustrado. Similar al de las películas de terror. María le puso la mano encima, acariciándolo, como si del perro negro se tratara.

–Está lindo ¿No? –observó Carolina

–No es eso. Es raro. No es de acá.

–¿Vos decís?

–Sí, algo tiene que tener, no ves que desencaja con todo.

Aunque a Carolina le pareció un falso indicio, prefirió no decir nada. Se quedó mirando los libros mientras María buscaba desesperadamente alguna manija escondida en aquel reloj. Una llave, una abertura, algo. Estaba por rendirse cuando dio con una hendija, metiendo la mano por atrás.

–A ver Caro, ayúdame a correrlo porfa. –Carolina se dio vuelta y la miró con cara de sorpresa.

–¿Estás loca? Vamos a hacer un re quilombo. Ya está, vamos. Salgamos que nadie se dio ni se dará cuenta de que estuvimos acá. Ya fue, Mar, yo te acompaño a hacer la denuncia.

–Ayúdame, Carolina. Vos quisiste venir, y yo de acá no me voy hasta afanarle todo.

A María le molestó el comentario, pero concentró sus energías en lo que estaba haciendo. Carolina se acercó y la ayudó a correr, lo más despacio que pudo, aquel reloj. Se sobresaltaron cuando al rayar el piso el mueble hizo un chillido. Se quedaron quietas unos segundos y luego María empezó a buscar aceleradamente aquello que había tocado con sus manos. Encontró la abertura, y como lo predijo en su cabeza, era una puertita. La abrió, pero todo no iba a ser tan fácil. Adentro tenía una caja fuerte con contraseña numérica. Carolina empezó a ponerse paranoica y empezó a caminar de un lado a otro. María pensó, tratando de ver en sus recuerdos algo que le diera esa contraseña. La luz llegó a sus ojos y probó suerte. Cuatro números. La caja fuerte se abrió.

–Qué predecible es el hijo de puta. –Por primera vez sonrió.

Los fajos de billetes verdes iluminaron aún más su mirada, y ahí, Carolina le extendió la mochila para que empiece a guardarlos. Los fajos cayeron uno por uno en la mochila, de forma ordenada y silenciosa. Carolina caminó en el mientras tanto a la biblioteca y agarró dos libros. Miró cómplice a María.

–Si le robamos plata no creo que esté mal sacarle un par de libros.

María sonrió negando su cabeza, pero pronto algo le borró la sonrisa. Unos ruidos se empezaron a escuchar desde el pasillo. Se miraron alarmadas. María cerró rápido la mochila y se asomó. No había nadie. Movió sus labios diciéndole a Carolina “vamos” y apresuró su paso cruzando el pasillo. Pronto la puerta de una de sus habitaciones se abrió y una sombra masculina las sorprendió. A María le recorrió un escalofrío. Las chicas empezaron a correr.

–¡Ey! –Gritó el hombre– ¡Voy a llamar a la policía!

María agradeció que no la llegara a reconocer cuando ya estaba bajando las escaleras corriendo. Con la adrenalina y el apuro por salir de ahí, cuando dió vuelta para llegar a la sala, dobló muy pegada a la pared y dejó el espejo roto tras sí. El estruendo retumbó por toda la casa. Pronto recordó a Carolina.

–¡Cuidado!

Carolina saltó los vidrios y se arrepintió tanto, tanto. Pero no podía pensar. María abrió de un tirón el ventanal y escaparon tras el jardín sin mirar atrás.

miércoles, 17 de abril de 2024

Autobiografía - 3 momentos

Un momento que me trajo cambios y transformaciones fue sin duda cuando me mudé a los 11 años a mi casa actual, en el campo. Si bien tuve varias mudanzas hasta esa corta edad, la última fue la más significativa y por ende la que más me marcó. No solo por dejar atrás muchas amistades de la niñez que había creído que serían “para siempre” como cuando uno todavía es inocente, sino porque dejé también la ciudad, mi familia, la cercanía. Sobre todo la cercanía. Estaba aislada, sin internet, me sentía como en otra década para lo que la gente que me rodeaba vivía y a lo que yo había estado acostumbrada toda mi vida. Sin duda no fue fácil, me enojé mucho con mi lugar, el que hoy es mi lugar, con el campo, con las calles de tierra y con el frío exagerado que no me deja ni salir de casa sin temblar. Pero aprendí a quererlo, más que nada cuando empezaron otros cambios no tan buenos, como la pandemia, donde encerrarme para mí significaba mucha naturaleza. También hoy, sin duda, llegar de la ciudad a un lugar tan lleno de paz es como una calma en la cabeza, un despeje absoluto. El lugar donde vivo ahora es mi lugar, y dejaron de serlo aquellas casas que estaban en el medio de la ciudad. En ese campo también llega el segundo momento, un once de abril del dos mil veinte, cuando mi papá venía de esos viajes al pueblo en el que traía las compras para seguir pasando la pandemia. No solo bajó de la camioneta las bolsas, sino que además, bajó una caja. Una caja con un cachorro adentro. Mi fiel compañero desde entonces, el perro que sentí más en el corazón en toda mi vida, el que supo estar ahí cuando en esos tiempos todo era soledad y aislamiento, hizo mis días más fáciles y divertidos, viendo como crecía y yo podía estar acompañándolo sin perderme ni un día sus cambios. Tuvimos una conexión siempre y así sigue siendo, desde el día en el que dije que mi próximo perro se iba a llamar Sam sin saber que él iba a llegar. Pero ahí está, Sam, acompañándome en todo cada vez que puede, aunque no estemos todo el día juntos como en aquel dos mil veinte. El me espera cada vez que vuelvo de la facultad, mi tercer cambio, y seguro el más profundo hasta ahora. Cambios muy lindos y cambios también con sacudones de realidad. Siempre supe que fui muy sobreprotegida en mi casa, entonces al tener que hacerme adulta de un año a otro fue bastante complicado con respecto a muchas cosas, cosas que hoy también me cuestan un poco, pero estoy aprendiendo cada vez más a ser independiente. Los cambios lindos por supuesto tienen que ver con lo que implica estudiar lo que a uno le gusta. En mi caso me apasiona mucho la carrera, la estudié más porque me gustaban los temas que se daban que por pensar en una profesión en particular. Entonces, empezar a leer, profundizar, escuchar a gente que explica tan bien lo que a uno le gusta lo hace sentir un poco como en casa. A mi me hace sentir como en casa, en el sentido que sé que no podría estudiar otra cosa que no sea esto, que me pongo contenta cada vez que aprendo algo nuevo. Sé que es una transformación en proceso, queda mucho camino por recorrer y ojalá así sea, pero sin duda es un cambio que me hizo aprender y transformarme como persona.

Autobiografía - Lectura y escritura

Aprendí a leer a los 4 años cuando mi papá me hacía leer los sabores del jugo tang, en la casa de mi infancia en Flores. Luego, después de varias lecturas obligatorias de libros en la primaria, empecé a descubrir mi propio interés en la lectura. Mi primer libro leído por placer, a los once años, fue uno de terror. Todavía lo tengo en la biblioteca, “Cara a cara” se llama, me acuerdo que no podía salir del libro por la intriga que me producía, iba a la casa de mi abuela que queda a 40km leyendo en el viaje a pesar de que soy muy sensible con los mareos en el auto. Lo terminé no más que en una semana, y fue como abrir una puerta, que en los próximos años no se cerró. Dos puertas, mejor dicho. O una que abrió la otra. A partir de ahí, no pude dejar de leer, se tornó un hábito. Vivir en el campo y sin internet en su momento fue un empuje a la actividad ya que era para lo único que disponía mi tiempo libre. Me descargaba libros en el celular y leía todo el día, toda la noche. Pasé del terror al romance, preadolescente de 13 años que descubre el mundo del amor y la correspondencia. Me empezaron a regalar libros, que leía en dos días. A su vez, empecé a darme cuenta que yo también podía escribir. Pero ese era un camino que había empezado con un rumbo distinto. Escribía poemas, letras de canciones, a los 6 años, cuando mi sueño era ser cantante. Un poco influenciada por mi hermano que tenía una banda de rock, escribía sus canciones y me inspiraba a escribir las mías para cuando llegue mi momento. Crecí y eso quedó en el olvido, tanto cantar como escribir canciones, pero algo no se fue, lo que se anudó con mi hábito de la lectura. Empecé muy entusiasmada, queriendo escribir una novela entera, varias novelas, capitulo por capitulo sin tener idea a donde iba a llegar todo eso. No planificaba nada, solo escribía lo que se me iba ocurriendo. Por supuesto que todo aquello quedaba en la nada, varias novelas de título fantasioso con menos de diez capítulos y una historia inconclusa sin planear. Pero las ganas estaban, y eso era lo que me movía. Llegó un momento en el que yo quería ser escritora. Sin embargo, cuando fui llegando a la adolescencia, poco a poco esos hábitos y esas ganas de la literatura se empezaron a desvanecer. Con otras preocupaciones en la cabeza, con internet ya instalado en mi casa, le dejé de dar importancia a la lectura, a la escritura, a los libros. Hasta que un día, nunca más toqué uno. El hábito desapareció. Usaba la escritura como medio de desahogo en momentos en los que no me sentía muy bien, al fin y al cabo, siempre me fue más fácil con las palabras escritas que con las habladas. Pero esas cosas empezaron a interiorizarse y no se plasmaron más en palabras, yo no las plasmé más en palabras. Hoy, varios años después, encontré la lectura otra vez en los textos de la facultad, que muchas veces me sacan una sonrisa porque recuerdo cuánto me gusta lo que estoy aprendiendo, lo que estoy estudiando. Este verano, me quedé varios días sin luz luego de una de esas tormentas que arrasaron con todo. Hace varios meses ya que quería retomar el hábito de la lectura por placer, pero no encontraba forma de desconectarme de la tecnología, de reencontrarme con el desciframiento y no con lo que se nos presenta como literal. Uno de esos días, agarré, mucho tiempo después, un libro de mi biblioteca que tenía pendiente y empecé otra vez. Por la falta de luz lo pude terminar muy rápido, y enseguida llegó otro. Creo que fue otro momento de quiebre similar a la vez que leí “Cara a cara”. Hoy, esta materia me hace reencontrarme con lo bello de la lectura y la escritura, me recuerda que alguna vez hubo algo que me despertó sensaciones diferentes, diferentes a la inmediatez que prevalece en todo actualmente.

Nota de lectura - La pensión

La historia que cuenta el narrador comienza con una descripción de la vida de la señora Mooney, aparente protagonista del cuento, al ser el personaje que prevalece en los hechos que se describen, llevando a una analepsis externa de descripción del pasado, y luego a lo que sería el tiempo base, donde sucede el hecho principal que atraviesa tanto a ella y a su hija, con respecto a un muchacho con el que ella está relacionada amorosamente en la pensión que administra, y como administradora, y como la llaman, “la patrona”, debe tomar una decisión con lo que debe suceder entre su hija y el chico. Todo ocurre en base a la elipsis, ya que nunca se menciona que es lo que verdaderamente sucede entre Polly y Bob, sin embargo es objeto de conjeturas, y lo mismo sucede con lo que la señora Mooney tiene que comunicarle a Bob al final del cuento, donde se intuye que le dirá que es lo que sucederá con él y su hija. El narrador es en tercera persona, omnisciente, que sabe muy bien lo que los personajes internamente piensan, es decir, narra desde un saber que va más allá de lo que sucede superficialmente. Primero, habla más desde la perspectiva de la señora Mooney, pero luego, abstrayéndose un poco termina describiendo los sentimientos y sensaciones de Bob, pasando muy brevemente por Polly. Algo que me llamó la atención es que el diálogo aparece solo en las últimas líneas del cuento, estando ausente en todo su desarrollo. Al final, se puede intuir, por la mencionada utilización de la elipsis, que lo que Bob le quiere decir a Polly luego de haber hablado con su madre, es que se van a casar, claramente por decisión de la señora Mooney.
Con respecto al nombre “Epifanías” que le otorga el autor a este relato y algunos otros, no logro comprender a que se le puede atribuir, pero si pienso que puede llegar a ser que en este relato en particular todo el cuento parece ir en una dirección, construyendo cada vez más la historia hacia una desemboque que resultaría ser la revelación de toda la trama que se construyó, pero que sin embargo, nunca llega, sino que, queda como para que el lector lo asocie internamente, produciendo el mismo dicha epifanía con respecto a lo que leyó.

lunes, 15 de abril de 2024

Brillos

Bertina escuchó unos pasos acercarse a su escondite y se sobresaltó. La luz de las velas alumbraban los rostros de los visitantes nocturnos que con frecuencia semanal se reunían con sus padres a leer libros y rezar de forma extraña. A veces no eran palabras lo que decían, no en su idioma al menos, porque Bertina no las lograba entender aunque apoyara su oreja lo más pegada posible a la puerta. En esa pequeña puerta de roble oscuro, que estaba ubicada debajo de la escalera, pequeño armario que los padres de Bertina utilizaban para guardar mantas y frazadas para el invierno. Pero en el mismísimo invierno, finales de otoño, Bertina tenía la costumbre de encerrarse en ese armario, porque era cuando cabía. Bajaba sigilosamente desde su cuarto. Esperaba al momento justo en el que sus padres iban a recibir a las visitas para que ni un fantasma la viera. Tenía terminante prohibido bajar durante esas reuniones mágicas. Así Bertina les llamaba. Quizá era a causa de los cambios en las voces de la gente mientras se recitaban esas cosas que no entendía, o quizá por el brillo en el aire que no era por las velas azules apoyadas en el piso, tampoco por el fuego de la chimenea. A Bertina no le daba miedo, le daba curiosidad. Por eso los sábados de invierno eran sus días favoritos, ella decía que un día iba a descubrir algo asombroso, lo presentía. Pero ese día nunca llegaba. Generalmente se entretenía la primera media hora, pero luego solo contaba los minutos para que sus padres despidieran a los visitantes y así poder subir a su cuarto a acostarse, a leer esos cuentos de terror que se llevaba de la biblioteca a escondidas, así al menos podría sentir lo que era algo asombroso de verdad. Pero ese sábado fue distinto. No había la cantidad de personas habitual, eran menos. Sus padres y dos hombres más. Lo que más extraño le resultó fue no conocer en absoluto a esos hombres, no eran los de siempre. Eran distintos, además, parecían de otro país. Pero Bertina no supo cuál, solo sabía que no eran de allí. La reunión empezó, como siempre, recitando algunas cosas leídas de unos libros longevos. Luego, de memoria, repitieron las mismas oraciones cinco veces. Pero lo que surgió no era habitual. Todos se pararon de la posición de indio en la que estaban sentados en el suelo de la sala de estar, y se tomaron de las manos. Siguieron repitiendo la oración, pero esta vez, con un tono de voz más alto, como si quisieran que alguien más los escuchara. Bertina observó atenta la escena desde la hendija que se hacía al costado de la puerta y un cosquilleo le recorrió el cuerpo. No alcanzaba a ver a sus padres, que le daban la espalda, pero aquel hombre que alcanzó a vislumbrar, tenía una cara de enojado que la hizo estremecerse. La sala de estar comenzó a iluminarse, con el brillo habitual que surgía cuando alguna de esas personas hablaba con una voz que no era la suya. Pero esta vez fue distinta, el brillo no desaparecía y se hacía cada vez más intenso. Bertina se cubrió los ojos cuando creyó que iba a encandilarse. La oración ahora se gritaba. Pero algo sucedió: el brillo se apagó de la nada, y con ella, el fuego de las velas y la chimenea. Todos se callaron. Bertina esta vez, sintió miedo, estando a oscuras encerrada en un armario y con la incertidumbre de no saber qué era lo que había pasado. No aguantó más allí dentro, quería correr a los brazos de sus padres aunque supiera que si la veían iba a ser el castigo más largo de su vida. No le importó. Bertina abrió la puerta y escapó de ese cuarto que se tornó asfixiante en cuanto se hizo la oscuridad y el silencio. Corrió por el pequeño pasillo que la acercaba hasta el centro de la sala, pero antes de cruzar el umbral, unos puntos de luz llamaron su atención y la hicieron frenar en seco. Observó la esquina de la habitación, en la que el suelo parecía llenarse de un polvo fosforescente. Y luego, se abrió.

Personaje y carta


Me tocó como personaje del libro de Bernasconi Adolf Hitler. La imagen es un fondo rosa con blanco, lo blanco son alambres de púa y hay unas líneas rosas oscuras como rayando el color. El muñeco está atado al alambre ya que se ven destellos sobre su cuerpo, que tiene cabeza de un bolso cuadrado marca Mauser, marca de armas de Alemania, con un solo ojo dibujado con cruces. Su traje es un mapa, con un cinto de alambre de púa y un broche que dice “Berlín” sobre una banda que cruza su traje. Sus brazos están compuestos de manchas de sangre, y no tiene piernas pero sí zapatos, que son una especie de cuchillos o lapiceras que escriben rojo, como si fuese sangre también. Mi impresión es que se trata de retratar la sangre que carga el personaje y el lugar donde sucedió el genocidio comandado por Hitler, además de los alambres de púa que lo que parece ser es una alusión a los campos de concentración.
Adolf Hitler fue un militar y político de origen austríaco que lideró el nazismo en Alemania, fue nombrado canciller alemán en 1933 y fue uno de los principales protagonistas políticos de la Segunda Guerra Mundial.

Berlín 16 de mayo de 2000
Sr. Schwarzenegger:
He recibido en estos días la noticia de la producción de una película sobre mí que está en manos suyas. Quería comentarle que además de haber nacido en el mismo país, tenemos la misma sangre, ya que usted es un sobrino lejano mío. Como familia y compatriota quería ofrecerle la posibilidad de que nos encontremos en nuestro país con el fin de charlar sobre la película, para darle una visión más enriquecedora de lo que fue para mi vivir mi vida, y ver si en el futuro no puedo acabar yo siendo parte del proyecto. Espero atentamente su respuesta:
A.H

Notas de lectura

El chico sucio
En este cuento la historia superficial puede ser la forma en la que se describe al barrio, tanto históricamente como el contexto actual, su conformación sociocultural y su geografía. La historia profunda se desarrolla entrelazándose con esas descripciones, donde aparece el personaje de el chico sucio como parte de la cotidianidad del barrio, pero que pronto se transforma en un protagonista de la historia, involucrándose en la vida de la narradora, a tal punto que cuando sucede el violento asesinato del niño ella cree que se trata de él y eso, la mantiene inquieta el resto del relato. Como parte de la historia profunda creo que el cuento trata de hacer visibles las problemáticas de la marginación social de una forma bastante cruda, tomando como ejemplo a uno de los tantos niños que viven en la calle y son víctimas de esa marginación, la narradora misma explica que mucha gente se compadece del niño en el subte, pero nadie lo hace realmente como para ayudarlo en serio, y luego es la culpa que ella siente, el no haberlo ayudado en serio cuando pudo y luego cargar con la culpa de lo que le podría haber pasado si era el niño degollado o luego, al final del relato, cuando la madre da a entender que lo había “dado”.
El estilo verbal que utiliza se mezcla entre un modo narrativo directo, donde la narradora introduce el diálogo de los personajes cediéndole voz, con un modo narrativo indirecto, incorporando el diálogo de los personajes a la narración, aunque esto sucede una o muy pocas veces, por ejemplo cuando relata lo que le gritó su madre.
Con respecto a las figuras retóricas, utiliza mucho la metáfora, como por ejemplo cuando se refiere a ella misma como “la loca encerrada en la torre”. También utiliza la hipérbole, cuando describe la casa y dice que en sus pisos encerados podría inaugurar una pista de patinaje. Por último utiliza la elipsis en el diálogo último con la madre del niño, cuando ella le dice que había dado a sus hijos a quien se los había prometido, sin saber de quién se trata, pero se da la sensación de que, dado lo que había pasado con el niño degollado y su posible relación con los santuarios, no se trataba de algo bueno.
La narración se construye por medio de la primera persona, la protagonista de la historia, que describe desde su perspectiva todo lo que va sucediendo a lo largo del relato con lujo de detalles con respecto a sus pensamientos, sentimientos y sensaciones. También hay un uso frecuente de los diálogos. Este cuento tiene elementos del horror y del drama.

La hostería
La historia superficial es en la que se narran los hechos por los que la protagonista va al pueblo, con su hermana y su madre, donde visita a su amiga (de la que está enamorada) y le pide ayuda para llevar a cabo su plan de venganza en la hostería, cuestión que llevan a cabo. La historia profunda es la que implica el hecho de que la hostería fue una escuela de policías en la época militar, y por eso cuando hacen la travesura, terminan escuchando todo lo que parecía ser una escena de aquellos tiempos, como si fuesen fantasmas.
El estilo verbal que utiliza el narrador es un modo indirecto libre, donde el narrador fusiona el modo directo con el indirecto, no otorga la voz al personaje, pero habla desde el interior de ellos.
Como figura retórica utiliza la sinestesia, cuando describe el color de los árboles “musgo aterciopelado”, luego, la elipsis, porque se omite por completo la explicación de por qué escucharon y vieron lo que vieron las chicas, dejándole al lector la intriga, permitiendo que reflexione sobre lo que podría haber sido.
La narración se produce por medio de un narrador omnisciente, que se adapta a los personajes, en especial a la protagonista, pero también lo hace cuando Elena y la empleada descubren a las chicas, nombrándolas de la nada sin sus nombres, sino como ellas las conocían, “las hijas de”. La utilización de diálogo se hace por medio de la narración, sin el característico guion.
El cuento, inesperadamente al menos para mí, resultó ser un cuento fantástico.

El aljibe
La historia superficial es la que se cuenta inocentemente sobre Josefina, al principio, siendo una niña normal, su viaje a Corrientes, y luego todo lo que afloró tras la visita a la casa de la bruja, sus miedos, cómo fue su vida etapa tras etapa y como esos miedos no se iban nunca incluso ya de adolescente. La historia profunda sería, la verdadera razón por la cual la madre, la abuela, y su hermana visitaron a esa bruja, que no se descubre hasta el final, siendo esta la causa de todo lo que le pasa a Josefina, esta es la historia por la que el cuento se titula “El aljibe”, siendo este la primera manifestación del miedo de Josefina, y su última esperanza.
El estilo verbal que utiliza el narrador se mezcla entre un modo narrativo directo donde se introduce el diálogo de los personajes, y un modo narrativo indirecto, donde a veces el narrador domina el relato, incorporando el diálogo de los personajes a la narración.
Como figura retórica utiliza por ejemplo la hipérbole, cuando describe el color del aljibe “la pintura blanca brillaba como los huesos de San La Muerte”.
El narrador es omnisciente, tiene un modo de narrar que va creciendo conforme crece Josefina, al principio es inocente, sabe lo que ella sabe, descubre las cosas mientras ella lo hace y no sabe la verdadera causa hasta que la bruja lo cuenta.
El género de este cuento es fantástico.

martes, 2 de abril de 2024

Notas de lectura

Notas de lectura - “Los asesinos” de Hemingway y “Matar a un niño” de Dagerman

La historia superficial de “Matar a un niño” es la que transcurre entre pueblo y pueblo, las descripciones sobre las cosas que cada familia va a hacer, un domingo agradable y común que no deja de serlo incluso cuando el narrador anticipa lo que está por venir, lo implícito, y esa es la historia profunda, que se entrelaza con los hechos de la superficial ya que son esas acciones las que llevan a la tragedia.

El narrador de “Los asesinos” es un narrador omnisciente, en tercera persona. La historia está construida mediante el diálogo (predomina fuertemente) y la descripción pero no hay pensamientos ni profundización en los personajes. La intriga aparece al principio del relato cuando no se sabe bien qué es lo que pretenden los asesinos pero desaparece cuando uno dice textualmente sus intenciones

El narrador de “Matar a un niño” es un narrador omnisciente también, pero en este caso la historia se construye sin ningún diálogo, solo con descripciones, y la anticipación desde el inicio del relato de lo que iba a suceder. La intriga se va construyendo conforme se avanza con el relato de aquella historia superficial, adentrándose cada vez más a lo profundo, y por eso es que la tensión aumenta cuando se va llegando al momento en el que sucede la tragedia. La elipsis se puede identificar en el momento del relato en el que todavía el accidente no pasó, y en el momento en el que ya había sucedido, ya que se omite esa parte pasando directamente de los pensamientos del niño a “cómo había quedado la escena”, sin nombrar en ningún momento el choque, solo indicios que dan cuenta de lo que está sobreentendido en la obra.

Nota de lectura y entrevista

Nota de lectura - Réplica en Escala de Paula Tomassoni

Se cuentan tres historias dentro del cuento que suceden en el contexto de la dictadura militar. En todas ellas la narradora cuenta cómo vivió ciertos hechos que parecieran ser cotidianos, pero aparecían cosas que no eran normales, por ejemplo, el presidente que había que saludar, cómo se tuvieron que agachar dentro del auto volviendo a casa, y el tiroteo en las afueras del lugar de juegos.
La narración se realiza desde lo más cercano a lo más lejano, empezando en 1982 y terminando en 1976, siendo ella más pequeña cada vez.
Lo que más interesante me resulta es que a través de las tres historias, y por ende cada vez más en el pasado, es más violento el recuerdo. Empieza contando aquel desfile de patín saludando al presidente pero termina contando un tiroteo, y, en el medio, un viaje en auto en el que corrieron peligro.
También me resultó interesante cómo cierra el cuento, “como que no éramos una familia que estaba destinada a desaparecer”, me resulta muy triste que ese pensamiento se le haya atravesado a esa niña, más pensando que seguramente era el de muchos chicos.

Entrevista a mi mamá sobre la cotidianidad en la época de la dictadura

Mi mamá tiene 53 años. En ese momento era una niña. Vivía en un pueblo cerca de Tandil, por lo que no hubieron muchos hechos que en ese momento le hicieran saber que estábamos ante una dictadura. Le pregunté qué recordaba de aquel entonces. Me dijo que no recordaba tantas cosas, pero si por ejemplo que escuchaba a los aviones Mirage pasar por su casa con un ruido ensordecedor. También me contó que su hermano casi va a la guerra, pero que se salvó porque cuando fue a hacerse los estudios tenía el pie plano. Otra de las cosas que recuerda son las noticias que decían que habíamos ganado la guerra, cuando tiempo después se supo que no era así.

Notas de lectura - Autobiografías

Relaciones entre lectura/libros/escritura

Sobre parte 1
Renzi
La primera lectura no se asocia al contenido del libro sino a la emoción. El valor del libro también. A el atribuye la pasión de ese entonces.
Recuerda libros que le generaron esa emoción y su contexto, describiendo las cosas que él destaca en su recuerdo. Hasta llegar al libro (que él compró), el que leyó de forma diferente e intencional, el cual despertó su pasión en la literatura a causa del cuestionamiento de qué es lo que debía decir de él a la chica que se lo pidió prestado.
Cuando leía escribía notas de lecturas sobre los libros, quizá ese fue su primer acercamiento a la escritura. Citas, anotaciones.
Quiere seguir fiel a las antiguas lecturas.
“Escribir cambia el modo de leer”.

Sobre parte 2
Beatriz Sarlo
La teoría literaria ha desplazado el interés de los lectores en el “yo” del escritor, ya que en su obra él se enmascara por la narración. Pero la ficción no es un borramiento completo de la vida.
¿De qué lecturas surgió esa ficción para ocultar esas lecturas y que surja la escritura?

Pedro Mairal
“Autobiografía literaria con el recorrido personal por las palabras y los libros” Escribir a partir de lo leído y su efecto.

Osvaldo Soriano
A partir de la lectura de un autor desarrolla un gusto por escribir de forma similar.

La mayoría habla de o cita algún libro que lo interpeló. Las lecturas de los distintos autores y los libros dejan una huella en ellos. A partir de allí escriben, y a partir de los nombrados (algunos) escriben su autobiografía.
Me atrajo más la autobiografía de Osvaldo Soriano porque la escribe en relación a los gatos. Sus primeros libros, por ejemplo, que nombra junto con la característica de que a sus autores les gustaban los gatos. El día que nació, que escritores paraban cerca de donde nació, ambas cosas incluyen a los gatos.
Luego, más en relación con su escritura y sus experiencias personales habla de como los gatos lo ayudaron en momentos críticos, por así decir.
Y por supuesto, hay gatos en todas sus novelas, incluso uno mientras escribe su autobiografía. Pero él no tiene autobiografía, se la inventarán los gatos dice, mientras él hará lo que la mitología dice que hacen los gatos.