Un momento que me trajo cambios y transformaciones fue sin duda cuando me mudé a los 11 años a mi casa actual, en el campo. Si bien tuve varias mudanzas hasta esa corta edad, la última fue la más significativa y por ende la que más me marcó. No solo por dejar atrás muchas amistades de la niñez que había creído que serían “para siempre” como cuando uno todavía es inocente, sino porque dejé también la ciudad, mi familia, la cercanía. Sobre todo la cercanía. Estaba aislada, sin internet, me sentía como en otra década para lo que la gente que me rodeaba vivía y a lo que yo había estado acostumbrada toda mi vida. Sin duda no fue fácil, me enojé mucho con mi lugar, el que hoy es mi lugar, con el campo, con las calles de tierra y con el frío exagerado que no me deja ni salir de casa sin temblar. Pero aprendí a quererlo, más que nada cuando empezaron otros cambios no tan buenos, como la pandemia, donde encerrarme para mí significaba mucha naturaleza. También hoy, sin duda, llegar de la ciudad a un lugar tan lleno de paz es como una calma en la cabeza, un despeje absoluto. El lugar donde vivo ahora es mi lugar, y dejaron de serlo aquellas casas que estaban en el medio de la ciudad. En ese campo también llega el segundo momento, un once de abril del dos mil veinte, cuando mi papá venía de esos viajes al pueblo en el que traía las compras para seguir pasando la pandemia. No solo bajó de la camioneta las bolsas, sino que además, bajó una caja. Una caja con un cachorro adentro. Mi fiel compañero desde entonces, el perro que sentí más en el corazón en toda mi vida, el que supo estar ahí cuando en esos tiempos todo era soledad y aislamiento, hizo mis días más fáciles y divertidos, viendo como crecía y yo podía estar acompañándolo sin perderme ni un día sus cambios. Tuvimos una conexión siempre y así sigue siendo, desde el día en el que dije que mi próximo perro se iba a llamar Sam sin saber que él iba a llegar. Pero ahí está, Sam, acompañándome en todo cada vez que puede, aunque no estemos todo el día juntos como en aquel dos mil veinte. El me espera cada vez que vuelvo de la facultad, mi tercer cambio, y seguro el más profundo hasta ahora. Cambios muy lindos y cambios también con sacudones de realidad. Siempre supe que fui muy sobreprotegida en mi casa, entonces al tener que hacerme adulta de un año a otro fue bastante complicado con respecto a muchas cosas, cosas que hoy también me cuestan un poco, pero estoy aprendiendo cada vez más a ser independiente. Los cambios lindos por supuesto tienen que ver con lo que implica estudiar lo que a uno le gusta. En mi caso me apasiona mucho la carrera, la estudié más porque me gustaban los temas que se daban que por pensar en una profesión en particular. Entonces, empezar a leer, profundizar, escuchar a gente que explica tan bien lo que a uno le gusta lo hace sentir un poco como en casa. A mi me hace sentir como en casa, en el sentido que sé que no podría estudiar otra cosa que no sea esto, que me pongo contenta cada vez que aprendo algo nuevo. Sé que es una transformación en proceso, queda mucho camino por recorrer y ojalá así sea, pero sin duda es un cambio que me hizo aprender y transformarme como persona.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Nota de lectura
El cuento de navidad de Auggie Wren - Paul Auster Me pareció una estructura del cuento con muy poco de estructura, ya que va y viene sobre e...
-
Bertina escuchó unos pasos acercarse a su escondite y se sobresaltó. La luz de las velas alumbraban los rostros de los visitantes nocturnos ...
-
La siesta En este cuento la protagonista es una joven disfrutando una tarde de verano. La ambientación de la historia es esa: el calor, la p...
-
Notas de lectura - “Los asesinos” de Hemingway y “Matar a un niño” de Dagerman La historia superficial de “Matar a un niño” es la que transc...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario