La televisión cada vez me encandilaba más. Había sido un día agotador y ya no tenía energías ni para fijar la vista en el aparato. Decidí apagarla antes de que a mi se me apague el cerebro, y como de costumbre, después de haber ido al pasillo de la habitación a tomar agua, mi perro Toby se subió a mi cama y se recostó a mi lado, indicando que ya era hora de dormir para él también. Cerré los ojos y ya estaba en mis sueños más profundos en unos pocos minutos. Un escozor me despabiló, con un sudor frío recorriendo mi remera, intenté rascarme la pierna para poder seguir descansando con tranquilidad. El ladrido de mi perro me sobresaltó, haciendo que me siente en la cama de golpe. Miré la hora en un reloj digital en mi mesita de luz, eran las 03:03 de la mañana. Toby, mi fiel labrador estaba a mi lado, también sentado, mirando un punto fijo en la pared casi hipnotizado. Miré y traté de descifrar lo que había, pero no era nada. La luz de la calle apenas se colaba por los agujeros de la persiana, por lo que podía ver bien esa pared blanca. Miré la televisión, casi como si algo de mirar la pared me hubiese obligado, y vi por debajo el control del codificador deslizándose solo y cayéndose al suelo, así sin más, como si una fuerza que no veía lo hubiese empujado. Sentí unas gotas caer desde mi nuca a mi espalda, y lo único en lo que podía pensar es en que mi perro no hizo efecto el ruido ya que se encontraba en ese estado de quietud desde que me desperté. Parecía una estatua. Me empezó a asustar, así que le empecé a hablar, pues sabía que no se iba a resistir a unas palabras mágicas, como a todo perro le sucede. Pero no hubo caso, Toby seguía mirando un punto fijo sin siquiera parpadear. Miré, otra vez, al mismo lugar. Gran error. Cuando quise salir de ese punto solo vi todo borroso. No podía enfocar la vista. Era como si yo mismo estuviera queriendo ver borroso, pero claramente no era yo. La desesperación empezó a correr por mi cuerpo. Quería salir, quería escapar. Quería ver, quería ser consciente. Entendí a Toby, no se podía escapar de esa visión así como así. Vi una sombra, una sombra muy clara, casi imperceptible, que me captaba como la tierra a la luna. Un rostro, con los ojos muy abiertos, tanto que solo podía ver blanco en ellos, me miraba fijamente. Su nariz era una línea, sus labios con forma de arco estaban abiertos y se movían. Pero yo no podía escuchar nada. No podía escuchar nada de lo que decía, no podía ver nada más que ese rostro desfigurado en la pared blanca de mi habitación.
miércoles, 24 de abril de 2024
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