martes, 28 de mayo de 2024

Nota de lectura

El cuento de navidad de Auggie Wren - Paul Auster
Me pareció una estructura del cuento con muy poco de estructura, ya que va y viene sobre el primer narrador y el segundo narrador sin un propósito concreto, y eso es lo que le da la magia, ya que se siente como si un conocido te estuviera contando la historia que alguien más le contó. El primer narrador es Paul, quien introduce la historia de navidad contándonos otra historia que es la de las fotos y como llegó a conocer esa manía de alguien que simplemente era su proveedor de cigarrillos, para luego contarnos que le han encargado un cuento de navidad y no sabe bien de dónde sacarla. Allí aparece Auggie de nuevo, el autor de las fotos, que le otorga un cuento de navidad del origen de esas fotos -más bien de la cámara que las tomaría- a cambio de un almuerzo. En dicho almuerzo comienza el segundo narrador, justamente Auggie, dentro de la primera narración que hace Paul. Ambas se entrelazan, pero la que engloba la narración del cuento de navidad propiamente dicho es el cuento de Paul sobre el tal Auggie.

Descripción objetiva de foto familiar

Bordes blancos comidos funcionando como un marco. La foto es en blanco y negro, abajo, sobre el marco, tiene una marca que dice "foto spot" y en letras diminutas "Necochea" "1952" "Buenos Aires". Hay dos hombres parados, en traje de baño, sosteniendo un salvavidas redondo típico del tamaño de la mitad de sus cuerpos, con la leyenda en letras negras "Necochea 1952". Los hombres son de una edad adulta, probablemente entre los 30 o 40 años. Uno de ellos es mi bisabuelo, el otro tiene una gorra de un color claro. Están en la playa, de fondo se ve el mar con algunas olas y familias en traje de baño, una es una niña bastante cerca y a lo lejos un hombre que no está solo pero cuyos acompañantes aparecen tapados por la figura de mi bisabuelo. El cielo parece estar completamente despejado, pero no se puede inferir con facilidad por la calidad de la foto y la falta de color.


La esquina de mi casa (en el campo)

Descripción objetiva
Varios árboles, los más cercanos pelados, sin hojas, los más lejanos con una copa abundante. El suelo cubierto de un pasto verde, aunque al final se ve amarillento por su longitud y descuido. Más cerca cubierto de hojas por esos árboles que ya han perdido sus hojas. Montañas de tierra con tosca a una distancia media entre esos árboles más lejanos. Un muro de pales con varias macetas pequeñas arriba y plantas algo secas. En la cercanía una montaña de ramas y ramitas. Mucho, mucho más a lo lejos una agrupación de árboles todavía bien verdes y llenos que no alcanzan a ser un monte.

Descripción subjetiva
Elegí el cielo como elemento a describir porque todos los días está distinto. En particular el ángulo de la foto apunta hacia el oeste, y como la hora a la que saco las fotos es las 6 p.m este cielo representa un atardecer. Las fotos que saqué no son de atardeceres coloridos, como muchas veces han sido, sino que expresan vacío, nubes grises, nostalgia. Las nubes son nubes frías, que son un augurio de la llegada del invierno. Varias tonalidades negras, azules y grises las llenan de sentido. Leves tintes de color naranja expresan que el sol está ahí escondido en algún lado, pero no se deja ver, solo se ven esas nubes llenas de misterio.





Autobiografía

Aprendí a leer a los cuatro años cuando mi papá me hacía leer los sabores del jugo tang, en la casa de mi infancia en Flores. Luego, después de varias lecturas obligatorias de libros en la primaria, empecé a descubrir mi propio interés en la lectura. Mi primer libro leído por placer, a los once años, fue uno de terror. Todavía lo tengo en la biblioteca, “Cara a cara” se llama, me acuerdo que no podía salir del libro por la intriga que me producía, iba a la casa de mi abuela que queda a 40km leyendo en el viaje a pesar de que soy muy sensible con los mareos en el auto. Lo terminé no más que en una semana, y fue como abrir una puerta, que en los próximos años no se cerró. Dos puertas, mejor dicho. O una que abrió la otra. A partir de ahí, no pude dejar de leer, se tornó un hábito.
Un momento que me trajo cambios y transformaciones fue sin duda cuando me mudé a los 11 años a mi casa actual, en el campo. Si bien tuve varias mudanzas hasta esa corta edad, la última fue la más significativa y por ende la que más me marcó. No solo por dejar atrás muchas amistades de la niñez que había creído que serían “para siempre” como cuando uno todavía es inocente, sino porque dejé también la ciudad, mi familia, la cercanía. Sobre todo la cercanía. Estaba aislada, sin internet, me sentía como en otra década para lo que la gente que me rodeaba vivía y a lo que yo había estado acostumbrada toda mi vida. Sin duda no fue fácil, me enojé mucho con mi lugar, el que hoy es mi lugar, con el campo, con las calles de tierra y con el frío exagerado que no me deja ni salir de casa sin temblar. Pero aprendí a quererlo, más que nada cuando empezaron otros cambios no tan buenos, como la pandemia, donde encerrarme para mí significaba mucha naturaleza. También hoy, sin duda, llegar del lío de la ciudad después de muchas obligaciones a un lugar tan lleno de paz es como una calma en la cabeza, un despeje absoluto. El lugar donde vivo ahora es mi lugar, y dejaron de serlo aquellas casas que estaban en el medio de la ciudad, aunque algo de mi encuentro allí también.
Vivir en el campo y sin internet en su momento fue un empuje a la actividad ya que era para lo único que disponía mi tiempo libre. Me descargaba libros en el celular y leía todo el día, toda la noche. Pasé del terror al romance, preadolescente de 13 años que descubre el mundo del amor y la correspondencia. Me empezaron a regalar libros, que leía en dos días. A su vez, empecé a darme cuenta que yo también podía escribir. Pero ese era un camino que había empezado con un rumbo distinto. Escribía poemas, letras de canciones, a los 6 años, cuando mi sueño era ser cantante. Un poco influenciada por mi hermano que tenía una banda de rock, escribía sus canciones y me inspiraba a escribir las mías para cuando llegue mi momento. Crecí y eso quedó en el olvido, tanto cantar como escribir canciones, pero algo no se fue, lo que se anudó con mi hábito de la lectura. Empecé muy entusiasmada, queriendo escribir una novela entera, varias novelas, capitulo por capitulo sin tener idea a donde iba a llegar todo eso. No planificaba nada, solo escribía lo que se me iba ocurriendo. Por supuesto que todo aquello quedaba en la nada, varias novelas de título fantasioso con menos de diez capítulos y una historia inconclusa sin planear. Pero las ganas estaban, y eso era lo que me movía. Llegó un momento en el que yo quería ser escritora. Sin embargo, cuando fui llegando a la adolescencia, poco a poco esos hábitos y esas ganas de la literatura se empezaron a desvanecer. Con otras preocupaciones en la cabeza, con internet ya instalado en mi casa, le dejé de dar importancia a la lectura, a la escritura, a los libros. Hasta que un día, nunca más toqué uno. El hábito desapareció. Usaba la escritura como medio de desahogo en momentos en los que no me sentía muy bien, al fin y al cabo, siempre me fue más fácil con las palabras escritas que con las habladas. Pero esas cosas empezaron a interiorizarse y no se plasmaron más en palabras, no las plasmé más en palabras.
La facultad es mi cambio más profundo hasta ahora, quizá porque refleja todo lo construido anteriormente en una nueva etapa. Cambios muy lindos y cambios también con sacudones de realidad. Siempre supe que fui muy sobreprotegida en mi casa, al tener que hacerme adulta de un año a otro fue bastante complicado con respecto a muchas cosas, cosas que hoy también me cuestan un poco, pero estoy aprendiendo cada vez más a ser independiente. Los cambios lindos por supuesto tienen que ver con lo que implica estudiar lo que a uno le gusta. En mi caso me apasiona mucho la carrera, la estudié más porque me gustaban los temas que se daban que por pensar en una profesión en particular. Entonces, empezar a leer, profundizar, escuchar a gente que explica tan bien lo que a uno le gusta lo hace sentir como en casa. A mi me hace sentir como en casa, en el sentido que sé que no podría estudiar otra cosa que no sea esto, que me pongo contenta cada vez que aprendo algo nuevo. Sé que es una transformación en proceso, queda mucho camino por recorrer y ojalá así sea, pero sin duda es un cambio que me hizo aprender y transformarme como persona. Hoy, varios años después, encontré la lectura otra vez en los textos de la facultad, que muchas veces me sacan una sonrisa porque recuerdo cuánto me gusta lo que estoy aprendiendo, lo que estoy estudiando. Este verano, me quedé varios días sin luz luego de una de esas tormentas que arrasaron con todo. Hace varios meses ya que quería retomar el hábito de la lectura por placer, pero no encontraba forma de desconectarme de la tecnología, de reencontrarme con el desciframiento y no con lo que se nos presenta como literal. Uno de esos días, agarré, mucho tiempo después, un libro de mi biblioteca que tenía pendiente y empecé otra vez. Por la falta de luz lo pude terminar muy rápido, y enseguida llegó otro. Creo que fue otro momento de quiebre similar a la vez que leí “Cara a cara”. Hoy, taller de escritura me hace reencontrarme con lo bello de la lectura y la escritura, me recuerda que alguna vez hubo algo que me despertó sensaciones diferentes, diferentes a la inmediatez que prevalece en todo actualmente.

Reseñas de dos cuentos

Los años intoxicados - Mariana Enríquez
El cuento transcurre entre cinco años, 1989 y 1994. Los años son muy importantes porque, de ello depende la narración que se separa conforme pasa el tiempo entre los años. Los personajes comprenden un grupo de tres amigas adolescentes de las cuales una es la narradora principal, de quien nunca sabemos su nombre. Las otras dos son Paula y Andrea, esta última caracterizada como la más linda del grupo y la que rompe una promesa que es la de nunca tener novio ni enamorarse. Además, el contexto sociohistórico es muy importante ya que hay marcas contextuales del período político en el que se encontraba la Argentina, tanto en el gobierno de Raúl Alfonsín como el de Carlos Menem, por ejemplo, al principio del cuento la narradora cuenta sobre los apagones programados o, luego, cuando caracteriza el gobierno de Menem sin inflación pero con desempleo. Sin embargo, a pesar de estar muy presente en el relato dicho contexto, la narradora y sus amigas están muy desinteresadas en este y en la preocupación que conlleva para sus familias. Además, no hay solo desinterés sino desprecio, no solo a estas preocupaciones sino al mundo adulto en general. El grupo de amigas solo encuentran interés en sus juegos, las drogas y en pasar el tiempo juntas. Cada año que pasa resulta en un nuevo descubrimiento en el mundo de las drogas y de alguna experiencia que las marcó. En el segundo año, por ejemplo, una chica que viajaba en el mismo bus que ellas se tomaban para volver de Buenos Aires a su ciudad a escondidas, se bajó en una reserva que estaba en medio de la ruta. Ese suceso aparece reiterado en el cuento en más de un año, cuando ellas buscan a la chica en varias ocasiones por mera diversión y marca el gran suceso final, cuando luego de una expedición de la narradora y Paula (porque Andrea se puso de novia y ya no pasaba tiempo con sus amigas) en la reserva las hace encontrar una cinta blanca que cree Paula ser de la chica que se bajó en aquel año. Luego, en su fiesta de cumpleaños, envuelto en drogas y alcohol, el novio de Andrea transcurre un mal pasar por el ácido que tomó, en la que en una secuencia extraña Paula, quien tenía la cinta que encontró en su cabello, le tira una tijera cortándole la ceja, que termina en una convulsión en el suelo. El horror caracteriza el cuento, por el contexto y por sus protagonistas, siendo estas y sus vivencias las que producen este sentimiento de que algo no anda bien.

Azúl turquesa - Inés Garland
El cuento aborda la experiencia de una madre y su hija en sus vacaciones. La particularidad, ya introducida mediante elipsis al comienzo, es que son unas vacaciones planificadas en familia, con el padre, y por una repentina separación ahora están solo ellas dos. Hay unos cuantos diálogos pero sin embargo la perspectiva se centra en los pensamientos de la narradora, la mamá, pensamientos de una mujer recién separada que tiene que fingir estar bien para pasar unas vacaciones con su hija. En el cuento se puede ver un claro contraste de este sufrimiento y agotamiento emocional con el ambiente cálido, familiar y festivo de unas vacaciones en unas playas en Brasil, lo cual creo que es el punto fuerte de las descripciones que realiza la narradora que si bien describe su alrededor y quienes lo componen con características positivas, su ánimo y opiniones no reflejan lo mismo. Además se puede reconocer este contraste con el título y la primera frase del cuento, llamándose este “azul turquesa” pero, sin embargo, dice luego este azul no ser como en las fotos, es un azul más opaco, viéndose como esa experiencia prometedora de unas vacaciones en familia se ve transformado a una actitud forzosa de supervivencia en toda esa alegría ajena, que no le pertenece. Pero aún así se esfuerza en buscar una distracción, se esfuerza por encajar o por hacer que algo le de alegría a ella también, cierta emoción, como el hijo de una de las familias hacia el que siente atracción. Hay una temporalidad rápida, la narración se centra en unos pocos hechos puntuales pero se van describiendo ambientes que cambian levemente con el paso de los días. Hay un hecho puntual que marca el punto de tensión que es cuando madre e hija casi se ahogan en el mar. Parece una metáfora de los sentimientos de la madre, el creer que no van a salir a flote y la sensación de perder el control de la situación, cuando en realidad siente la arena en sus pies.

martes, 21 de mayo de 2024

Entrevista

Entrevista a mi abuela sobre la dictadura militar viviendo en Villa Cacique, partido de Benito Juárez, Buenos Aires.

¿Cómo se enteraron del cambio de régimen? ¿Se hablaba algo en aquel momento o fue una sorpresa para ustedes?
No seguíamos esos acontecimientos, se hablaba igualmente de que había gente que andaba en cosas raras, se comentaba un poco quiénes eran y en qué andaban pero no se sabía con seguridad. Nos tomó de sorpresa el día que apareció gente del ejército entrando a las casas en nuestro pueblo, no entendíamos nada y teníamos miedo. Era un pueblo muy alejado y la gente allá no comentaba mucho sobre la situación, no teníamos mucha información. Cuando nos mudamos a capital nos enteramos que había sido muy grave y habían habido muchas persecuciones, pero en ese tiempo, en el pueblo, no se sentían esas situaciones. Había mucho desconocimiento, había poca comunicación. La gente estaba asustada igualmente, porque era un pueblo muy tranquilo y de la nada apareció gente armada a revisar casas.

¿Qué se sabía de aquellos militares que hacían los allanamientos?
Cuando entraron a las casas en la Villa y el pueblo vecino, Barker, se comentaba que estaban en busca de armas. Mi marido tenía una carabina que guardábamos arriba del ropero, que se usaba para cazar. Teníamos miedo por si entraban a nuestra casa y la encontraban, porque creíamos que no se iba a entender que era un arma vieja para cazar. Además tenían detectores de metales, se decía, por lo que no se podía esconder tampoco. Pero por suerte no entraron en nuestra casa. Si entraron a casas vecinas de gente que se comentaba que andaba en asuntos raros, pero mucho no se hablaba de eso. Por la radio no se pasaba mucha información, era todo muy hermético, las cosas se sabían cuando pasaban. Se supo después que andaban detrás de algunas personas del pueblo, los perseguían porque estaban en organizaciones, recuerdo que era un médico y algunos de la fábrica de Loma Negra.

¿Hubo desaparecidos en el pueblo?
En el pueblo, Villa Cacique, no. Pero se comentaba que en lugares cercanos sí, pero nada asegurado por razones obvias.

¿Tenés algún conocido al que le haya sucedido algo en la dictadura?
Una de las familias a las que le allanaron la casa eran padres de una nena que jugaba con mi hija, pero nunca hablé con ellos sobre el tema porque no se comentaba nada sobre eso. No sé si a las familias a las que les allanaron la casa los tomó por sorpresa, los vecinos no comentaban la situación, teníamos buena relación pero igualmente no se tocaba el tema, como si fuese algo tabú.

¿Cómo fue mudarse a Capital y en qué momento de la dictadura fue?
Nos mudamos a Capital con la vuelta de la democracia, cuando asumió Alfonsín. Era una miseria, nosotros vivíamos sobre Directorio que es una avenida muy concurrida y no había nada de tráfico porque no pasaba un alma, la gente no andaba porque no había plata para transporte y por la situación en la que quedó sumido el país.

lunes, 20 de mayo de 2024

Algo malo

Mis pisadas sobre el pasto húmedo y los huecos de barro marcaron el camino. Levanté la vista al frente, buscándolo, pero vi dos o tres personas de las que no sabía bien cuál era. La vieja estación tenía un aspecto nostálgico con aquel día de lluvia que parecía estar destinado sólo a regar las plantas y a arruinar el primer encuentro con mi gran amigo. Conforme fui caminando descarté personas que se hacían más cercanas ante mi mirada, y al final ahí estaba, sentado, mirándome esperando que llegara. Nos saludamos efusivamente tal como lo merecía nuestro primer encuentro después de un año siendo amigos a la distancia, irónicamente, ya que vivíamos en el mismo pueblo. Por suerte, nos cubría el techo de esa estación que en algún momento reunió a viajeros esperando el tren.
El mate y las cartas, luego de una pequeña charla para romper el hielo, no tardaron en aparecer. Pero no fue mucho más el tiempo que tardó en sacar de su mochila negra lo que me quería hacer probar. Él cultivaba y estaba muy incursionado en ese mundo, mientras que yo había tenido unas pocas experiencias más efímeras que duraderas y sin demasiada historia. Tampoco me interesaba mucho, pero habíamos quedado hace tiempo en hacerlo juntos y la primera vez que nos veíamos podía ser la ocasión especial. Debe ser algo similar a los efectos del alcohol, pensé. Las primeras pitadas fueron raras, ahogadas y con tos. Él se reía y yo un poco también, aunque todavía no estaba del todo suelta porque al fin y al cabo era la primera vez que nos veíamos. Pasaron las siguientes y en algún momento en mi cabeza se cruzó la mención de alguna amiga mía que me dijo que con dos o tres estaba bien. Habían sido más de diez.
Por unos segundos desaparecí. No recuerdo los segundos que anteceden el presente que me rodea. Perdí la noción espacio-tiempo. No sé dónde estoy. No sé con quién estoy. No sé si fueron segundos o minutos los que pasé petrificada mirando la lluvia caer del cielo gris sobre el pasto húmedo y el paisaje campestre, que más que la propia realidad se sentía como estar mirando la pantalla en el cine. Como si no estuviera ahí, como si fuera espectadora de una especie de primera persona. Miré a mi amigo y él me miraba también, pero no lograba distinguirlo. Mi alrededor latía, latía como mi corazón, estaban sincronizados. Mi cabeza hacia la conexión de por qué estaba donde estaba y por qué se sentía así, pero se desconectaba como wifi con mala conexión. Tenía que reiterar todo varias veces. Reiterarme. Quería hablar pero no me salía. No sabía quién era, sentía que no podía hablar, tampoco moverme. De repente todo empezó a acelerarse y lo que creí que iba a ser gracioso me empezó a preocupar. Mi cuerpo y el tiempo iban lentos pero, mi cabeza rápido. Mi amigo me levantó a caminar y cuando trataba de conectar con él y su realidad lo notaba preocupado.
Parada me sentía mareada. No podía caminar sin sentir que me caía. Ahí sí parecían los efectos del alcohol, al menos. Pero no sumaba en nada, y lo peor llegó cuando doblamos para la avenida que da a la entrada de la estación, en la que empezamos a cruzarnos con la gente. Me sentía rara y no quería que me vieran. Me empecé a paranoiquear creyendo que estaba haciendo algo malo y que todos se iban a dar cuenta. Volvimos de donde salimos, en una vuelta perfectamente redonda y nos volvimos a sentar. Creí que lo peor había pasado cuando pude empezar a concluir frases y a conectar con quien estaba frente a mi.
Juguemos a las cartas, dijo. Puso música para que todo esté más tranquilo y empezamos a jugar al truco. No estaba tan mal, pero definitivamente no podía distinguir entre un siete de espadas y un siete de basto. Sin embargo, después vino el chinchón y confirmé que me era imposible seguir el ritmo del juego. Estaba más calmada, creí que había encontrado un poco de comodidad en la realidad que me incomodaba. Pero mi amigo en cinco minutos se despidió y me quedé sola en aquel alrededor retumbante. Tenía un cumpleaños, recordé. La casa de mi amiga quedaba tan solo a cinco cuadras en línea de la vieja estación. Un poco me alivié de estar sola y no sentirme en la obligación de interactuar con alguien más.
Había dejado de llover, pero el cielo seguía especialmente gris. Crucé la calle despidiéndome del campo que me había acompañado en aquellas efímeras dos horas (porque el tiempo pasa lento solo para uno) y emprendí camino, deseando que mi yo vuelva a ser yo y que la realidad vuelva a ser realidad.

Nota de lectura

El cuento de navidad de Auggie Wren - Paul Auster Me pareció una estructura del cuento con muy poco de estructura, ya que va y viene sobre e...